Hay microbios muy sexis

Hay microbios muy sexis

La ciencia de los probióticos puede revolucionar tu cuerpo. Lo que ellos hacen por dentro, retrasa tu envejecimiento por fuera

A priori, los microbios no despiertan nuestra simpatía, pero tal vez sea porque no hemos hecho bien las presentaciones. Hay microorganismos que nada tienen que ver con los patógenos y resultan necesarios para ciertos procesos naturales. Por ejemplo, para hacer la digestión, donde interviene la microbiota natural. Y el caso es que también puede haber invitados de excepción a la fiesta, como los probióticos, que a la postre resultan beneficiosos para nuestra salud. ¿Te has preguntado por qué digieres tan bien después de tomar un yogur? ¿Has valorado de qué manera el chucrut o el kimchi actúan sobre tu estómago y tu cuerpo? ¿Y si te dijésemos que el kéfir ayuda a preservar la juventud?

La Despensa que te mereces

Vamos por partes y llegaremos a las respuestas. Cuando la flora intestinal se desequilibra, algo que puede deberse a una alimentación poco saludable, es conveniente eliminar las bacterias negativas del intestino. En estos casos, una solución conveniente es recurrir a los alimentos con probióticos que, básicamente, son microorganismos vivos capaces de adherirse a la mucosa intestinal y permanecer activos en nuestro estómago. Ahí dentro se encargan de hacer de las suyas y, de hecho, repercuten en beneficio de nuestra salud, tal y como refrendan los expertos. En 2002, la Organización Mundial de la Salud (OMS)  y el comité de la FAO afirmaban que, siempre que se suministren en las cantidades adecuadas, “los probióticos promueven beneficios en la salud del organismo anfitrión”.

El primer científico que propuso el uso terapéutico de las bacterias lácticas, allá por 1907, fue el ucraniano Elie Metchnikoff, quien defendió sus beneficios para prevenir y tratar las patologías intestinales. Tras observar la longevidad de aquellos pueblos que consumían fermentos, como los coreanos o los búlgaros, determinó que la leche agria tenía efectos contra el envejecimiento. Tiempo después, el doctor japonés Minoru Shirota realizó los primeros cultivos de la cepa Lactobacillus Casei Shirota y, en 1935, inventó una bebida muy similar al yogur, a la que decidió llamar ’Yakult’. No fue hasta 1965 que se empezó a generalizar el término ‘probiótico’ (‘a favor de la vida’) gracias a Lilly y Stillwell, quienes describieron así “aquellos organismos con sustancias que estimulan el crecimiento de otros”.

Mientras que la primera mitad del siglo XX se centró en los lácteos y el yogur, la segunda coincidió con el desarrollo de suplementos dietéticos, donde se incluían distintas cepas de estos microorganismos. A partir de los 80, cada vez más gente empezó a interesarte por aumentar la resistencia antimicrobiana del cuerpo y, en pleno siglo XXI, no solo es que estén normalizados, sino que conocemos mejor su funcionamiento. Ahora sabemos, por ejemplo, que las cepas beneficiosas para una condición pueden no serlo para otras. Por eso, es importante leer bien las etiquetas, saber qué probiótico elegir para cada finalidad (como idea, el Lactobacillus Casei va bien para la hinchazón) y complementar los efectos con una dieta adecuada, basada en las verduras de hoja verde y proteína vegetal.

Como siempre defiende la filosofía Begoísta, se trata de nutrirnos adecuadamente para sacar lo mejor de nuestro interior y retrasar el envejecimiento. ¿Quién te iba a decir que los microbios te harían sentir sexi? Entre otros múltiples beneficios para tu día a día.

¿En qué te ayudan estos bichitos?

Ha quedado claro que la mala digestión es la raíz de muchos males. El intestino contiene aproximadamente 100 billones de bacterias, no todas buenas, y puesto que eliminar las dañinas conllevaría tener una máquina del tiempo, mejor generar otras que acaben por resultar beneficiosas. Para ello, tenemos la ciencia de los probióticos, respaldada por las investigaciones. A veces podremos elegir un probiótico completo, con variedad de cepas complementarias, y en otras ocasiones, será conveniente optar por uno específico, que alivie dolencias concretas. Los efectos, por lo general inmediatos, incluyen los siguientes:
  • Digestión mejorada. Cuando las bacterias intestinales están desequilibradas, solemos experimentar molestias e hinchazón. Al regularlas con probióticos que ayuden a digerir la comida, el cuerpo se siente mejor y más ligero, recargándonos de energía. 
  • Mayor inmunidad. Los probióticos pueden inclinar la balanza de las bacterias ‘buenas’ sobre las ‘malas’, aumentando la inmunidad general de nuestro cuerpo. Al fortalecer el revestimiento intestinal, evitamos que alimentos tóxicos lleguen al torrente sanguíneo y provoquen una respuesta inflamatoria (lo que se conoce como intestino permeable).
  • Control de peso. La composición bacteriana del microbioma intestinal puede ayudar o dificultar los esfuerzos para perder peso, suponiendo que este sea nuestro objetivo. Las bacterias específicas afectan a la cantidad de calorías que el cuerpo absorbe.
  • Luminosidad en la piel. Si el intestino está compuesto de bacterias patógenas, esto se acaba manifestando en nuestro aspecto exterior, a veces mediante brotes y congestión. La regulación de la flora intestinal se aprecia por dentro y por fuera a través de la piel.
  • Mayor nivel de energía. Sentirse lento y aletargado puede ser síntoma de un intestino poco saludable. Las cepas de probióticos son capaces de producir vitaminas y, a su vez, desempeñan un papel importante en la absorción de nutrientes. Complementadas con una dieta adecuada, nos hacen imparables y consiguen nuestro tope energético.

Dicho esto, ¿cómo no vamos a incluirlos en nuestros planes? Son invitados de honor en muchos de nuestros platos y bebidas. ¿Por qué no echas un vistazo?