A la mediterránea se goza mejor
Has jugado con sus texturas, sabores y colores; la has probado, saboreado y te ha encantado. Lo que pasa es que, como siempre ha estado ahí, no sabías lo afortunad@ que eras. Hablamos de la dieta mediterránea, ¿de qué si no?
¿Cuántas veces has escuchado aquello de ‘como la dieta mediterránea, no hay otra’? Pues venimos a recordártelo y a confirmártelo. Bueno, nosotras y la UNESCO, que la considera uno de los elementos de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Es una de las pocas gastronomías en obtener el reconocimiento, además de las cocinas tradicionales francesa, japonesa y mexicana. Ahí está también la Organización Mundial de la Salud, quien apela a sus beneficios nutricionales a largo plazo, indicando que es una de las dietas más sostenibles y sanas de todos los tiempos. Súmale aquellos estudios que han demostrado lo apropiado de seguirla en distintos aspectos, y ya tenemos a la comunidad científica, cultural y documental remando a favor.
Son palabras mayores, lo sabemos. Nosotras solamente venimos a reafirmar tanto amor.Porque nunca viene mal recordar la valiosísima herencia cultural de la que disfrutamos cada día. Más que ante una dieta, estamos ante un estilo de vida- ¿sabes que la palabra ‘dieta’ proviene del griego ‘diaita’, traducido como ‘modo de vida’? ¡Ojo!-. Y que por nuestra privilegiada ubicación, no solo chapoteamos en las aguas del mar, sino que tenemos el placer y la suerte de beneficiarnos de la despensa que nos regala el clima. ¿Creías que todo el mundo tenía a su alcance el aceite de oliva? ¿Qué esperabas de un recetario que combina a la perfección una alimentación rica en vegetales, legumbres, pescado y frutos secos? ¿Te imaginas sumarle a todo eso la actividad física y un buen descanso? Ahí lo tienes: somos personas más felices que viven más y mejor.
Precisamente, al científico estadounidense Leland G. Allbaug le llamó la atención un dato demográfico muy singular: la población cretense de mediados del siglo XX disfrutaba de una larga vida con escasas enfermedades cardiovasculares, sobre todo en comparación con el resto de Grecia. Y, efectivamente, tras algunos años de estudio, en 1953 publicó las primeras referencias científicas que hablaban de mediterranean way ("manera mediterránea"): una vida sencilla, sin estrés, donde la carne y el alcohol se reservaban para ocasiones especiales y se primaban los productos más accesibles. ¿Cuáles? Alimentos naturales recolectados del campo y pescado fresco, además de los lácteos -que el Begoísmo ya no emplea- como el yogur y el queso, siempre obtenido de su ganado.
Años más tarde, las investigaciones del matrimonio Keys -¿creías que no había una mujer al lado?- confirmaron que, si deseabas una vida larga y sana, nada mejor que un estilo mediterráneo para gozarla. ¿Y sabéis qué? Desde entonces nadie ha podido rebatirlo.
Equilibrio + Nutrientes de calidad = Doble Placer
Vamos a las formulaciones nutricionales. A la información, en definitiva. La dieta mediterránea es rica en nutrientes y micronutrientes, resultado del amplio y variado patrón alimentario que caracteriza a su recetario. Seguirla es un placer: bueno, un doble placer. Porque además de comer alimentos que te seducen sensorialmente y te invitan a realizar combinaciones sabrosas, cuidas de tu metabolismo y te regalas años de vida. En definitiva, sí o sí gozas de más salud y te acercas a una cintura más estrecha -si es lo que persigues, que no siempre tiene por qué serlo; muy importante-. Como te decíamos, estamos ante el único programa que ha demostrado su eficacia en la protección de la salud con el máximo nivel de evidencia científica. Entre sus beneficios esenciales:
- Combate las enfermedades cardíacas. Cualquier grasa natural contribuye a reducir el colesterol, lo que a su vez mejora la salud cardiovascular y enfermedades derivadas.
- Controla la diabetes. Se considera la más efectiva para mantener equilibrados los niveles de glucosa. Es naturalmente baja en azúcar, mientras que las frutas y verduras frescas tienen un alto contenido de fibra, lo que reduce los niveles glucémicos en la sangre.
- Mejora el funcionamiento cognitivo. La dieta es holística en sus propuestas y el consumo habitual de pescado es muy beneficioso para el funcionamiento del cerebro.
- Ayuda a regular el peso. La combinación sabia de todos los alimentos que podemos encontrar dentro de la dieta mediterránea conduce a un peso saludable, que se balancea solo, y una figura con la que nuestro cuerpo se sentirá estupendo por dentro y por fuera.
Un estilo de vida apto para tod@s
¿Eres vegan@ o vegetarian@? ¿No tienes muy buena relación con el gluten o rechazas los lácteos? Independientemente de tus preferencias, alergias y elecciones, algunas de las cuales se relacionan estrechamente con los planes Begoístas, puedes comer bajo los preceptos mediterráneos. Gracias a la versatilidad de esta dieta, es fácil adaptar la lista de la compra con relativa facilidad. Si te preguntas cómo, toma nota de lo básico:
- Verduras, frutas y hortalizas, preferiblemente de temporada. ¡No escatimes! Piensa que has de consumir entre siete y diez porciones de verduras y fruta fresca cada día. Están llenas de fibra y son ricas en vitaminas y antioxidantes, además de súper saciantes y nutritivas. Déjate llevar por los colores, las texturas y formas. Muchas veces te hemos hablado de la hoja verde y las algas marinas, ¿pero te acuerdas del plato arcoíris?
- Legumbres, frutos secos y semillas. Fuente des proteínas vegetales, hidratos complejos, grasas saludables, fibra y hierro. ¡Son súper versátiles! Podemos disfrutar de ellas a diario, tanto en platos calientes como en fríos, incluso elaborando patés y cremas si trituramos. Así nos sirven de acompañamiento para vegetales y se transforman en snacks en cualquier momento del día. También pueden dar textura crujientes a otras recetas.
- Pescados. Alimentos básicos de la dieta mediterránea. Tanto en su versión azul, cuando son ricos en vitamina B, D y Omega-3; como en su versión blanca, que resulta más suave y baja en grasa. Se recomienda consumir entre tres y cuatro veces a la semana.
- Carbohidratos de combustión lenta e integrales. Aportan las energías que necesitamos, sin prisa, pero sin pausa. Esto incluye cereales integrales (arroz, pasta, mijo…) y tubérculos. En el caso de los cereales, elige las versiones integrales y sin refinar: tienen menos probabilidades que los granos procesados de afectar las bacterias intestinales.
- Aceite de oliva virgen extra (AOVE). “Lo mejor para el final”, dicen. Y aquí está el producto estrella de la dieta mediterránea. Rico en ácidos grasos monoinsaturados -y en menor medida, poliinsaturados-, además de polifenoles y vitaminas. Antes tenía mala fama, cuando en realidad es una especie de panacea: disminuye el colesterol malo (LDL), previene la diabetes, mejora la piel... Este oro líquido no puede faltar.
¿Listo para revolucionar tu despensa? O sencillamente, para una puesta a punto de lo que ya suele haber. Cuando hemos dicho “valiosísima herencia cultural”, no estábamos exagerando… El estilo de vida mediterráneo es el compendio del intercambio cultural de todas las civilizaciones que han ido pasando por la Península Ibérica y los países de la cuenca mediterránea. El resultado es una dieta rica en nutrientes vegetales, que alimenta tu cerebro, cuida tu microbiota, favorece la detoxificación, regula las hormonas internas, previene y revierte muchas enfermedades crónicas y cognitivas. Así que, como muchas veces decimos las Begoístas, solamente se trata de hacer lo de siempre, pero mejor que nunca. Al tomar conciencia, se vuelve sencillo -el conocimiento nos lleva a la buena alimentación- y tu cuerpo, el tesoro más valioso que posees, sabrá cómo agradecértelo.
A la pregunta “¿Lo hacemos a la mediterránea?”, la respuesta es “¿Pero cómo no?”.